Con este frío y con las lluvias que han dicho adiós; yo le doy la bienvenida a tu recuerdo palpitante. El eco de tu risa a veces traviesa, a veces sarcástica pero jamás inocente hace mella en mi débil latir. Donde te encuentres sé con certeza que iluminas con tu luz estelar la oscuridad de lo que desconozco, siempre brillante ni la muerte te ha podido apagar. Y en mí se apaga el corazón pero no tu memoria. Ahora formas parte del inconmensurable cielo, siendo una estrella en mi firmamento. Nada te toca, el viento te roza y la luna ilumina el agua del mar. Yo lloro esta noche.
Muchas noches te he soñado, creyéndote encontrar, creyendo estar despierto. De nuevo vagando en las heladas montañas de mi sien, libre e indomable como solías ser. Te pienso más profundo y despierto sabiendo que no estás en casa ni en ningún lugar; ni siquiera te has marchado a un país lejano. Simplemente ya no existes y por eso yo lloro esta noche.
En bosques lejanos de un mundo perdido te he visto reír a solas, te observo caminar entre los verdes campos y al viento envidio tu rostro acariciar; hay quienes afirman que nunca es tarde, pero eso es una gran mentira. Hoy es demasiado tarde para todo, para aceptar, para decir, para hacer... Hoy estoy aquí perdido sin saber a donde ir, queriéndote encontrar. Quiero aferrarme hoy a ti pero me da mucho miedo irte a buscar. Siempre me dices que no es tiempo aún, y yo no sé si pueda soportar esta muda soledad. ¿Hasta cuándo? ¿Me lo vas a decir algún día? Quiero volver a soñar, quiero volverte a soñar.
Constantemente pienso en el encierro eterno. Debe provocar de igual manera un odio eterno. Porque no puedes siquiera mover un dedo, ni un músculo, ningún gesto realizar. Ya el tiempo no puede lastimarte, sin embargo la piel comienza a hincharse, el hedor de la muerte inunda los sentidos que no percibirán nunca más. ¡Helos aquí! ¡Ahí vienen los gusanos! Y los tejidos no lo serán ya más: tan sólo un miserable puñado de huesos tristes quedarán. No podré morderme más las uñas. No podré mi cabello admirar. No podré asesinarme intentar. Muerto soy, muerto estoy.
Saber que hay una última ocasión para comulgar con los dioses del metal no puede pasar desapercibida, y más si como en mi caso será la primera y última oportunidad para hacerlo. Judas Priest es una agrupación originaria de Inglaterra, considerada por los que dicen que saben como uno de los bastiones más importantes en la escena heavymetalera a nivel mundial desde el ocaso de los 70's. Más de 40 años en el maravilloso mundillo del metal se dice fácil, pero solo pocos lo han conseguido y muchos menos son los que podrán enorgullecerse de poder lograrlo. Auténticas leyendas vivas son Judas Priest, ellos merecen que la banda en México les rinda honores. La noche cae lastimosamente, el frío aprieta un poco y se acerca la hora pactada, se aproxima el momento decisivo. La misa va a comenzar.
Así es que con un ambiente que destila cierta melancolía 16,000 personas asistimos al templo para que el "Sacerdote Judas nos dé una última bendición, pero con un amargo sabor a despedida, un adiós como esos que en su momento se dio con un primer amor.
Toca en esta ocasión a Whitesnake preparar el camino para la comunión. Veteranazos del hard rock, lo poco o casi nada pesado que tienen es compensado con la enorme calidad que emana de todos y cada uno de los músicos, sin afán de menospreciar la excelente y preciosa voz de David Coverdale. Lamentablemente (pero afortunadamente para mí) por cuestiones de tiempo llegué cuando estaban tocando "Love Will Set You Free" la canción que más me ha gustado de su última producción de estudio: "Forevermore"; misma que podría decir es mi favorita de toda su discografía (por eso lo de afortunadamente). Así que puedo decir que vi de Whitesnake lo que iba a ver de ellos. Punto y aparte.
Baja un telón que lleva el nombre de la gira: "Epitaph", este epitafio marcará un antes y un después para las generaciones metaleras venideras, pues este sol no los calentará de igual forma que hizo con nosotros: los afortunados que gozamos en vivo con el abrasante poder vocal y musical llamado Judas Priest.
Música de fondo de AC/DC y Black Sabbath, los minutos pasaban y la expectación crecía, todos ansiosos por ver a Halford y compañía. Parecía que la nostalgia se apagaba un poco para dar paso a la excitación. Y en todo este preámbulo yo me preguntaba todavía el porqué de todas esas sillas, toda una falta de respeto para una audiencia de metal; sólo faltaba que alguien saliera y nos dijera que Judas Priest no se podría presentar pero que para solventar el problema cantaría algún popero inombrable de los que pululan en la actualidad. En fin que no sé porqué ocurrió así, pero no revivamos corajes...
El alarido de tantas gargantas que se desgarran solo significaba una cosa: Judas Priest estaba listo para dar su última misa. Un gran espectáculo a final de cuentas, magistral a secas: una andanada de clásicos que se escucharon más vigentes que nunca, todo esto avivado por rayos láser, humo y fuego. Los clásicos atuendos de Halford, las clásicas guitarras de Glenn Tipton y Richie Faulkner (en sustitución del recién retirado K.K. Downing), el clásico bajeo de Ian Hill y la clásica batería de Scott Travis. Sí, a final de cuentas tuvimos una noche clásica de metal que resultará al menos para mí inolvidable, donde volvieron a abundar las chamarras de piel y el estoperol.
Al fondo en el escenario por la pantalla desfilaban las portadas de los discos de Priest al tiempo que se tocaba alguna pieza representativa de dicha portada y así fue como viajamos en el tiempo por toda la carrera discográfica de Judas Priest en su etapa con Rob Halford, tal y como él prometió que haríamos. Momentos muy emotivos me han tocado vivir personal y especialmente con "Diamonds and Rust" y "Beyond the Realms Of Death" de tal índole que con la primera casi se me salen las lágrimas al ver a este hombre con sus recién 60 primaveras cumplidas cantando con tanto sentimiento, como si debiera ser perfecta porque se tratase de la última de las últimas veces que lo veremos y nos verá tan cerca. Pero también mirar a Halford con su ya lento caminar y presenciar cuánto lo cansa el esfuerzo por mandar su voz hasta las mismísimas alturas celestiales me provocó sentimientos encontrados: una gran admiración y una profunda emoción porque estos seres humanos considerados deidades tristemente me han demostrado que es el alma del metal la que no tiene fin, esa que es rabiosa y rebelde, que ama la noche y el bullicio, esa jamás morirá, es imperecedera y eterna; permanecerá por siempre para recibir jovialmente nuevos adeptos. Pero los cuerpos de los que predican el metal sí se van acabando, las voces se van apagando como estrellas que mueren en el firmamento para no brillar nunca más. Definitivamente el aura que lleva este Epitaph Tour es el de el principio del fin; y aunque Judas Priest lanzará disco en 2012, ya no será nunca lo mismo. Uno de los grandes se nos va.
Pero en esta despedida, de este amor que ha durado más de cuarenta años (y eso que yo solo tengo 35) hubo más momentos de energía y despliegues de adrenalina con temas como "Night Crawler", "Turbo Lover", "Breaking the Law", "Painkiller". Un set que tuvo de todo y para todos los gustos, para que todos los "metalmaniacos" (como hizo a bien llamarnos Halford) ahí congregados nos fuéramos satisfechos.
Las manecillas del reloj avanzaban irremediablemente, la banda se despide: "Priest", "Priest", "Priest" se desgarran finalmente las 16,000 gargantas y Judas Priest no se hace del rogar: se escucha en reproducción "The Hellion" y con ella se avecinaba otro momento de esplendor que anunciaba muy próximo el final: Judas Priest tocaba "The Electric Eye" y nuevamente la locura inundó el domo del Palacio de los Deportes: potentes riffs de guitarra y una coordinación perfecta entre el bajo y la batería: todo un himno. Halford nuevamente se va... se apagan las luces y se escucha por todos los rincones el rugir de un monstruo y Halford sale montado en una motocicleta para cantar "Hell Bent for Leather" enfundado de los pies a la cabeza a la vieja usanza heavymetalera, terminada la interpretación majestuosa se envuelve en la bandera mexicana y la besa dos veces, las hordas nacionales enloquecemos y nos viene a dar este inglés una razón para sentirnos orgullosos de ser mexicanos, mejor él que todos nuestros politiquillos de mierda; mejor él que la selección de fútbol. Finalmente "You've Got Another Thing Comin'" y nuestros "Metal Gods" se volvían a retirar... parecía el final definitivo.
Personalmente no me gustaba "Living After Midnight", muchos años la desprecié, la reproché. Pero hace poco una amiga me dijo nunca digas nunca. Y estas son palabras demasiado sabias. Porque esa noche amé "Living After Midnight", quizá por mera nostalgia, no lo sé; pero todavía hoy la traigo en mi mente, cantándola para la eterna noche que hay en mi interior, se ha convertido en una pequeña luz que ilumina mis fríos y oscuros adentros. Y después de esta canción pegadiza la banda se colocó en el centro para ser ovacionados por todos, para sentir por última vez el calor mexicano. Ahora sí la misa había terminado. Podíamos ir en paz.
Gracias Judas Priest. Quizá no los vuelva a ver, pero los estaré escuchando y con ansias esperaré ese nuevo disco en 2012. Cualquier señal que indique de su existencia todavía por este mundo decadente y colapsado será bien recibida. Larga vida a los Metal Gods.
Ale... desde el Infierno
Setlist:
Battle Hymn (tape)
Rapid Fire
Metal Gods
Heading Out To The Highway
Judas Rising
Starbreaker
Victims Of Changes
Never Satisfied
Diamonds And Rust (Joan Baez cover)
Dawn Of Creation (tape)
Prophecy
Night Crawler
Turbo Lover
Beyond The Realms Of Death
The Sentinel
Blood Red Skies
The Green Manalishi (With The Two Pronged Crown) (Fleetwood Mac cover)
"Painkiller" es el décimo segundo disco de Judas Priest, vio la luz en 1990. Simplemente es un discazo, contiene todo lo que un disco de heavy metal debe tener. En todas las listas encabezará los primeros lugares como uno de los mejores trabajos de todos los tiempos en el metal mundial. "Painkiller" ha inspirado a muchísimas bandas y es la quintaesencia del speed metal. No hay mejores y peores composiciones, nada es de relleno, es un todo amalgamado de tal forma que lo puedes escuchar una y otra vez y nunca te aburrirá. En lo personal este es el cuarto de mis cinco discos favoritos de todos los tiempos. No se puede hablar de las canciones por separado porque sería muy repetitivo: todas contienen energía, riffs del demonio; de principio a fin el disco te hace mover la cabeza y tocar tu "air guitar" y tu "air drums". También es un álbum que marcó la salida por 12 años de Rob Halford, me pregunto que habría pasado si no se hubiera ido, con la frescura y como antecedente de este tremendísimo "Painkiller" secuelas igual de violentas nos hubieran estremecido. Lamentablemente no fue así y las aguas se calmaron. De lo bueno muy poco y para muestra este botón.
