Constantemente pienso en el encierro eterno. Debe provocar de igual manera un odio eterno. Porque no puedes siquiera mover un dedo, ni un músculo, ningún gesto realizar. Ya el tiempo no puede lastimarte, sin embargo la piel comienza a hincharse, el hedor de la muerte inunda los sentidos que no percibirán nunca más. ¡Helos aquí! ¡Ahí vienen los gusanos! Y los tejidos no lo serán ya más: tan sólo un miserable puñado de huesos tristes quedarán. No podré morderme más las uñas. No podré mi cabello admirar. No podré asesinarme intentar. Muerto soy, muerto estoy.
Ale... Desde el Infierno
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