Mi corazón se sobresalta violentamente ante los confusos recuerdos cada vez que cierro los ojos para pensar en ti. Repentinamente dejo de existir para evocar el abrasador recuerdo de tu fantástica existencia enmudecida por la muerte. Sin quererlo lloro y las lágrimas marcan mi rostro sombrío y avejentado por la penuria que corrompe mi espíritu y salgo a la noche queriendo gritar tu nombre a cada una de las estrellas que exaltan mi dolor por tu partida.
Han pasado ya algunos años desde que te marchaste para no volver nunca más; y yo, aquí perdido y sin rumbo me he mantenido claudicando cada día un poco más intentando subsistir con cada exhalación de amor que dedico a tu memoria. Las palabras no tienen cabida en este sufrimiento interminable. Mi vida desierta te añora. Mi existencia vital se tambalea cada vez más fuerte. En cada noche de mis días; desfallecido, sin sentido y malherido sólo pido a Dios o al destino o a lo que sea, una sola cosa: verte por lo menos en un sueño, pues pedir demasiado sería morir contigo en ese sueño que nunca llega.
La existencia al menos para mí nunca volverá a ser igual. Todas las mañanas abro mis ojos a la vida y veo tan solo una densa oscuridad que oprime mi pecho. Cada una de esas mañanas que mi deseo se ve rechazado miro por la ventana hacia el horizonte y me pierdo en pensamientos que alguna vez fueron tuyos, los abrazo y quisiera no soltarlos jamás. Perdido en el inconmensurable abismo que es el cielo me gusta pensar que desde algún diminuto punto llenarás mi vacío. Pero nunca sucede.
No me basta con recordar, me la paso mirando atrás y ya llevo mucho tiempo viviendo del pasado. Me hiere tanto el rozar tu ausencia. Yo no sé cuánto más pueda soportar, no quiero continuar más. Ya no me quedan más fuerzas, ya no tengo ganas de nada. Y tú... no sé que será de ti, no sé qué será de mí.
Ale... Desde el Infierno
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