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martes, 1 de octubre de 2013

Samara Sofía

     "Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido" ¿Cuántas veces en la vida decimos esta frase sin pensar en lo profundo de su significado? Y es que parece tan simple y fácil de discernir que se torna banal. 
     Hoy por hoy estoy convencido de que el hecho de morir es el fin del camino, el cierre del círculo, del círculo propio y único que ha significado la vida, nuestra vida; en este caso mi vida. Ya no hay más para luego, no hay otra vida más que esta, ni cielo ni infierno, simplemente nuestra conciencia en el último suspiro es quien dictaminará si vamos arriba o abajo. He terminado por derrumbar creencias que siempre en mi existencia se mantuvieron tambaleantes durante todos estos años y que eran sostenidas simplemente por la duda y también quizás por el miedo. 
     Y finalmente he comprendido que de verdad uno puede perderlo todo, absolutamente todo lo que en verdad importa: la mirada amorosa y a veces recia pero siempre bondadosa de los padres, los sabios consejos que nuestros viejos aún cuando nosotros mismos nos volvemos viejos nos siguen ayudando en el duro y empedrado camino que elegimos, sea bueno, sea malo; siempre serán padres y siempre seremos hijos, el verdadero y único amor incondicional. Los momentos llenos de complicidad con la pareja, o con los amigos. Los recuerdos, los sueños cumplidos y por cumplir, las añoranzas y los anhelos. Pero ante todo la risa de los hijos, la ternura de sus besos y abrazos, la calidez de su vocecita al decir "te extraño, te amo", la dulce mirada que te inyecta su inocencia y que te cura de todo cáncer social y te levanta para continuar aunque por dentro la maldad y la enfermedad se encuentre consumiendo tus últimos vestigios. 
     Sí, es un hecho... en un abrir y cerrar de ojos se puede perder todo. El final nunca te avisa, jamás llega y se presenta, simplemente te arrebata de los tuyos y como por arte de magia ya lo has perdido todo.  Sin poder despedirte, sin poder decir un último te amo, un último te quiero, te necesito y te extraño. Ya  sea al padre, a la madre, a la esposa, a la hija, al amigo. El orgullo y la soberbia que te impiden decir lo que sientes hacen que te lleves a la tumba el arrepentimiento y por ende tu conciencia también te ha mandado a tu propio infierno sin pasaje de vuelta.
     Hoy ante mí la puerta se abrió y la luz entró. La oscuridad ha sido lastimada, mi oscuridad. Y jamás creí que eso me haría sentir feliz. Quiero ver el pasto, las hormigas, el cielo, las nubes, la noche, las estrellas y su luna, ¡mi amada luna!; escuchar que los niños truenen cuetes y se rían a carcajadas; quiero dormir y despertar para ver una araña en mi techo; pero más que nada quiero verte cada día, cada hora con sus minutos mi amada Sofía; lo más que se pueda, hasta donde aguante, hasta donde el motor que hay en mi pecho decida detenerse exhausto y mi luz expire y mi ser se extinga para la eternidad. Mientras tanto... ya veremos qué sucede!



Ale... Desde el Infierno
     Copyright©2013 Rubén Alejandro Domínguez Jameson All Rights Reserved

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