Me gusta imaginar que no te conozco, que jamás te he visto. Me gusta pensar que jamás llegaré a saber quién eres, cómo serás. Y todo porque así de esta manera la ilusión de un mañana vuelve a rozar mis labios cada vez que despierto. Apenas hace dos días que creí morir. Con esta es la tercera vez; la primera no tuve miedo, incluso sentí excitación de saber que me perdería en los océanos y me volvería parte de su inmensidad; la segunda, tampoco tuve miedo pero ya no hubo esa hermosa sensación de la primera vez, en esta ocasión tan sólo fue la resignación la que invadió cada rincón de mi ser, de mi existir; pero esta tercera vez tuve miedo, simple y llano miedo: un miedo terrorífico de saber que te vas sin terminar asuntos, sin descubrir maravillas, sin cumplir sueños. En fin que no morí y aquí estoy escribiéndote. Pero ahora ya con el hálito de vida rebosante en mis pulmones, creo que lo que sentí esa noche es lo que hace que cuando te mueres no te quieras ir, te quedas en este mundo de los vivos queriendo terminar lo inconcluso, me gustaría ser un fantasma... creo que ahora ese es mi nuevo anhelo.
Cada minuto, cada segundo que pasa nos vamos muriendo. Ya nacemos muriendo, es la ironía de la vida. Todo es muerte.
Ale... desde el Infierno
15/Julio/2011
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