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lunes, 26 de septiembre de 2011

Dios no está aquí




     Una vez tuve una pesadilla que me aterrorizó tanto que me dejó pensando por mucho tiempo acerca de la real existencia del bien y del mal; pues siempre había soñado algo muy bueno o algo muy malo, pero nunca en mi profundidad onírica había presenciado la batalla eterna de dicha dualidad.
     En otra ocasión escuché que durante la noche, cuando dormimos soñamos muchas veces (nada nuevo que aprender), pero lo que me llamó la atención fue que se dijo que cada uno de los sueños que tenemos dura menos de cinco minutos y no más. Aunque a nosotros nos parezca que un sueño ha durado muchas horas en realidad no han pasado más 300 segundos. Pero esa noche en ese sueño si sólo fueron cinco minutos entonces han sido los más lentos que yo he ¿vivido? ¿soñado? las dos se valen.

     ...Era un día soleado típico de Abril, los rayos del sol penetraban por una rendija de la cortina que no estaba bien acomodada, por todo lo demás la habitación permanecía en total oscuridad. Era la habitación de una persona desordenada: libros por aquí, cds por allá; la ropa tirada en el suelo y la computadora que se quedaba encendida todas las noches y el burbujeo incesante de las peceras. La diminuta luz del sol que hería la oscuridad llegaba exactamente a mi ojo izquierdo y por eso me desperté. Aún sentía el aliento de una noche en vela y en compañía de cerveza, rock y camaradas; el mismo ambiente del encierro en que me encontraba olía a dulzón alcohol añejo y destilado a través de mis poros. Me reincorporé hasta quedar sentado en la orilla de la cama y un dolor punzante en la sien me hizo recostar de nuevo inmediatamente, siempre había odiado la cruda pero esa vez más que nunca. No sé cuánto tiempo pasó, no sé si me quedé dormido otra vez, pero si así fue, ha sido entre sueños que me pareció escuchar la voz de una mujer que parecía enferma, pues su tono era el de una persona que le cuesta gran trabajo hacerse escuchar, como si más que frases fueran quejidos; comenzó lejana y poco a poco se fue acrecentando, desde las profundidades abismales de mi sueño hasta llegar a la superficie de mi pensamiento consciente, porque fue precisamente la fuerza de esa voz la que me hizo abrir los ojos inmediatamente: "No vayas" ¿fue un sueño? ¿fue real? No lo sé.
     Me levanté con movimientos torpes, tenía que tomar un par de aspirinas porque el dolor de cabeza se había intensificado. Al abrír la puerta de la recamara la luminosidad del pasillo que da a la sala de estar dilató mis pupilas a tal grado de no poder tolerar la vista dorada del gran ventanal que se encuentra al final de dicho pasillo, pero el aire fresco del exterior me dio una sensación de liberación, como si algo dentro de mi habitación hubiera salido huyendo de toda esa luz que penetró y asesinó la tiniebla. Me dirigí inmediatamente al refrigerador para tomar cualquier bebida que estuviera fría, pero nada; estaba vacío, solamente asomaban algunas frutas y verduras, rebanadas de jamón pasado y cartones de leche vacíos. Cerré de un golpe el refrigerador molesto porque eso significaba que tendría que ponerme algo encima y salir a comprar algo que refrescara mi deshidratado cuerpo. Así que tomé el par de aspirinas y me las guardé en la bolsa del pantalón que no me quité la noche anterior. Regresé a mi habitación y me puse la primer playera que encontré, unos tenis y una gorra. Salí.
     La luz del sol simplemente fue hiriente a más no poder, no entendía el por qué de mis pupilas tan dilatadas, no sé si esto sucedió a causa de la juerga que pasé en compañía de mis amigos de parranda, la cantidad de luz que entraba por mis ojos era demasiada, así que tuve que irme mirando hacia el suelo. Caminé directamente hacia la esquina de la calle por la acera derecha que tenía una insinuante sombra a esa hora de la agonizante mañana, era una fortuna que la tienda estuviera en la mera esquina de la calle donde vivo. Cuando por fin me aproximaba a la esquina, repentinamente de reojo noté que alguien manoteaba de manera exagerada hacia mi derecha, se encontraba en el callejón que se localiza entre la última casa de la calle y una serie de condominios de cinco pisos construidos desde que yo tenía ocho años, me detuve inmediatamente para poder asegurarme de que era a mí a quien le hacía señas aquella persona extraña, claramente hacía ademanes con su brazo para que me acercara, como si quisiera mostrarme algo importante y que no podía esperar, fue en ese momento que me di cuenta que el dolor de cabeza y la excesiva sed habían desaparecido, siendo reemplazados ahora por una curiosidad que no dejaba de inquietarme. En cuanto puse una pie sobre el suelo tapizado de miles de piedrecillas rojizas sentí que algo no estaba bien, que no debía ir allí y el eco de una voz repercutió en mi interior: "No vayas". Pero era más fuerte el misterio que repentinamente envolvió el momento, así que fui.

Parque del Retiro, Madrid


   Comencé a caminar con cierta prisa hacía la persona que no dejaba de llamarme mediante señas con su brazo, conforme me acercaba me di cuenta que no era alguien conocido, pero sí alguien con quien podría identificarme: atuendo típico de alguien a quien le gusta la música "heavy metal". Definitivamente era una persona extraña, más allá de su indumentaria la persona que tenía en frente poseía una palidez cadavérica, la tez demacrada y las ojeras que enmarcaban su mirar me dieron la impresión de estar viendo a un muerto en pie. No decía nada, sólo señalaba con su mano la pared trasera del condominio, fijé la mirada donde su dedo índice apuntaba y ahí estaba, como si fuera una obra de arte, como el cuadro de algún pintor urbano; pero no era un cuadro, ni era un grafitti. Parecía como si alguien hubiera empotrado una pantalla sin armazón, el puro cristal de la pantalla; y lo que en ese momento se estaba televisando era un remolino de colores: algunos tonos giraban hacia la derecha y otros hacia la izquierda, era un efecto hipnótico instantáneo. No sé cuanto tiempo estuve viendo el inusual espectáculo, pero era como si no pudiera dejar de observar la constante concentricidad de colores. Cuando logré despegar la mirada de la pared quería preguntar a mi acompañante sobre lo que significaba aquello, pero él ya no se encontraba más conmigo... estaba yo solo.
     Volteé hacia ambos lados del callejón pero no había nadie, ¿qué era todo eso? ¿qué significaba? Repentinamente como si mis pensamientos hubieran sido gritos desesperados apareció una persona que podría jurar era el mismo extraño que me invitó a acercarme, desde donde me encontraba podía ver la ropa negra y la piel extremadamente blanca, iba caminando rumbo a la esquina, llevaba el mismo rumbo que yo no debí haber abandonado; se detuvo y ahora fui yo quien le hizo señales con el brazo para que se acercara, quería mostrarle la extraña pantalla que había en la pared, pero él movió la cabeza en negativa y después de eso continuó su camino. Todo comenzó a parecerme muy raro, como si repentinamente me encontrara en un mundo irreal.
     No tuve tiempo de reflexionar sobre todo lo que revoloteaba en mis pensamientos, pues en esos momentos otra persona apareció sobre la acera que llevaba a la esquina de la calle, aunque instantáneamente sufrí un sobresalto al ver que parecía un monje de esos de la antigüedad, sólo que toda su indumentaria era completamente negra, me pareció que volteó hacia donde me encontraba y nuevamente un sobresalto me invadió porque en el fondo de la capucha de su vestimenta no observé rostro alguno. La parte racional de mi cerebro me gritó que era un efecto visual debido a la intensidad de la negrura en sus ropas e inmediatamente comencé a hacerle señas con el brazo para que se acercara, igual que hice con la primer persona que pasó. En ese momento el "monje" se bajó la capucha y aliviado observé que sí tenía rostro, sólo que era un rostro fantasmal: no tenía cabello, la palidez de su rostro era idéntica a la de las últimas dos personas que había visto en ese día. También meneó la cabeza, no se acercaría. Ocurrido esto se subió de nuevo la capucha y siguió su camino.
     Volví a mirar la extraña pantalla quizá ingenuamente creyendo que ahí podría obtener respuesta a mis dudas, fue cuando la hermosura de los colores que giraban incansablemente apaciguó un poco la mar de incertidumbre que era mi pensar. Igual pasó un tiempo que no sé si fue mucho o fue poco y de no haber sido por lo que ocurrió a continuación, creo que me hubiera quedado viendo para siempre la pared con los círculos de colores incapaz de moverme. Una sombra enorme se posó detrás de mí, tan enorme que tapó el sol que me calentaba desde hacía rato. Quedé inmóvil, no sé si por el pánico que me provocó la sombra que presencié o porque estaba aún bajo la hipnosis de la pantalla; pero fui incapaz de voltear; no podía mover ningún músculo, estaba sintiendo lo mismo que dicen que sienten las personas que se les ha "subido el muerto", pero a diferencia de ellos yo lo experimentaba despierto. La persona que estaba detrás de mí se acercó y la sombra creció mucho más, el terror se apoderó de mí: era la sombra del diablo, parecía que alguien estaba proyectando la sombra del Baphomet de Eliphas Levi. Se acercó un poco más y escuché su respiración agitada, como la de un animal; y sentí su aliento nauseabundo, miré hacia abajo y vi detrás de mis pies las clásicas patas de gallo y  de cabra que tanto he visto en libros, revistas y películas. 
-¿Por qué me has llamado?- me dijo 
-Yo no te he llamado- contesté con una voz apenas audible y llena de miedo.
-Te llamé una sola vez y aceptaste mi llamado. Tú me has llamado en dos ocasiones y te he dicho que no quiero entrar. Pero ahora estoy aquí por ti-
     Dicho esto pasó sus hirsutos brazos ampulosos y me abrazó fuertemente. Uno de sus brazos me atrajo hacia él y el otro brazo comenzó a manosearme, sentí sus bruscos dedos a través del pantalón primero en mis piernas y luego en mis nalgas, después comenzó a rozarme con su falo mientras se carcajeaba, era como si varias personas dentro de él se estuvieran riendo al unísono, pero no eran risas humanas, creí que perdería el sentido y lo que impidió que esto ocurriera fue que la mano que me aprisionaba bajó y comenzó a tocar mi pantalón a la altura de mis genitales; las risas se hicieron cada vez más fuertes, la fetidez de este ser inundó el ambiente y todos mis sentidos se embotaron por la maldad y la morbosidad que pululaban en el aire. No podía respirar y en mi desesperación por querer vivir logré moverme y zafarme. Ni siquiera giré la cara para ver si me perseguiría, solamente me eché a correr.

Baphomet de Eliphas Levi


    Los segundos se convirtieron en horas, jamás distancia tan corta se me hizo así de larga. Pero no corrí mucho. Allá a lo lejos venían dos hileras de personas vestidas de negro y por alguna extraña razón me detuve inmediatamente temiendo lo peor y fue cuando miré atrás para darme cuenta que el ente que hacía minutos me había acosado y toqueteado no me perseguía. Pero para nada me sentí tranquilo, pues seguramente no lo había hecho porque aquellos seres o personas que venían hacia mí estaban de su lado. Me sentí desamparado, acorralado. De repente, de la nada salieron dos hileras más, pero estas eran como una especie de monjas, lo creí por sus ropas. Me alcanzaron y se colocaron a mis costados. La que parecía ser por así decirlo la madre superiora me dijo que no temiera, que si me iba entre ellas no me pasaría nada, no podrían hacerme daño; señalando a las hileras que se aproximaban. Así es que me introduje entre las dos filas para que me escoltaran hasta llegar a casa.
     Caminábamos lentamente, pues era un grupo de personas de avanzada edad. Llegó el momento es que se aproximaron demasiado los otros entes y casi cuando parecía que habría una colisión de grupos tuvieron que hacerse a un lado, así que tendrían que derribar a alguna monja para poder tener acceso a mí y aunque a leguas se notaba que eran mucho más jóvenes y fuertes que las monjas, no lo hicieron por alguna extraña razón. Uno de esos rostros se acercó y gruñó hacía donde me encontraba, pude ver entonces ese rostro que jamás olvidaré: cabello negrísimo como la noche y un poco largo; en lugar de dientes una hilera de colmillos se asomaba amenazadora y a la distancia el mismo aliento fétido, como el de los cuerpos en descomposición, en la frente de su rostro pálido y demacrado una herida que parecía hecha recientemente con la forma de una cruz esvastica  y esos ojos que luchaban por abrirse: suturados con cabellos humanos.Todos y cada uno de los aproximadamente diez seres que conformaban cada una de las hileras tenía los mismos rasgos, parecían perros que se habían separado del trineo que jalaban en el mismísimo infierno y que ahora deambulaban perdidos en busca de su dueño. 
     Al llegar a la altura de mi casa las monjas comenzaron a hacer un camino seguro hacia la entrada para que pudiera yo ingresar sin peligro y nuevamente la madre superiora se dirigió a mí: -Cree en Dios, sólo él te liberará-. La miré sin saber qué decir y al verla de cerca me di cuenta que estaba ciega, miré entonces a algunas otras; todas ellas estaban ciegas. Eran rostros bondadosos que no podían ver, pero que caminaban como si la pérdida del agraciado sentido de la vista no fuera una limitante. Entonces comenzaron a enfilarse para seguir su camino hacia la otra esquina y quise verlas perderse en la lejanía, pero una de ellas volteó y me dijo que no me quedara ahí, que me metiera rápidamente a mi recamara, era peligroso continuar afuera. Cerraba la puerta del zaguán de aluminio dorado cuando sentí una ráfaga de aire gélido que me atravesó, por segundos sentí como si supiera lo que es estar muerto. Me apresuré y entré directamente a mi habitación.
     Todo estaba exactamente igual: el mismo desorden. No me quedé a pensar si había sido todo un sueño o una especie de trance, me metí bajo las cobijas y cerré los ojos.
     
     "Padre nuestro que estás en el cielo
      santificado sea tu nombre
      venga a nosotros tu reino

-¡Bájate cabrón!

     ...hágase tu voluntad 
     así en la tierra como en el cielo

-¡Que te bajes cabrón!

     danos hoy nuestro...

     Las cobijas salieron disparadas hacía la puerta del clóset y quedé pasmado al aceptar que la voz que me gritaba era real. Al abrir los ojos lo vi claramente, ahí estaba él: el demonio encarnado estaba a los pies de mi cama, el mismo que no me persiguió, el mismo que posee los cuerpos, el mismo que muchas veces yo creí comprender y que yo creí querer amar.

-Dios no está aquí, no te oye, no le place hacerlo, está follando-

      La cama entera comenzó a moverse, él la estaba levantando y agitando bruscamente  para que yo cayera al piso, no sé porqué simplemente no me cargaba si lo que quería era llevarme al infierno o porqué no me tiraba él mismo si lo que quería era que cayera para lastimarme. Los libros, los discos y cintas de audio comenzaron a volar, algunos hicieron un remolino junto a la ventana, otros se estrellaron contra las paredes, el agua de las peceras comenzó a hervir, vi como los peces se morían, era como una gran calamidad en pequeña escala. El reproductor de cds cayó pesadamente al suelo y comenzó a escucharse la radio. Quise gritar...




    Seguía la sonando la misma canción, pero al abrir los ojos me di cuenta que no era el reproductor de cds el que sonaba, sino el despertador que estaba avisando que eran las diez de la mañana. No había ni diablo ni nada, solo un miedo enorme y mi cuerpo empapado en sudor. Todo había sido un sueño, una pesadilla. Recuerdo muy bien que me dije esa mañana de Abril: "Algún día voy a escribir esto si no lo olvido". Creo que hoy ha sido ese día y creo que jamás podré olvidarlo. 

     Ale... Desde el Infierno
     Copyright©2011 Rubén Alejandro Domínguez Jameson All Rights Reserved

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